Morfi Jiménez y las postales que no has visto de Iquitos
En el MAC, fotógrafo limeño monta en escena la vida cotidiana de los personajes de una ciudad marginal y sorprendente.
"Niños trabajadores del cementerio Punchana", uno de las fotografías de Morfi Jiménez que se exponen en el MAC. (Fotos: Morfi Jiménez)
ENRIQUE PLANAS
Estaba fotografiando el barrio de Belén cuando un niño le apuntó con una pistola de juguete. Era un juego, por supuesto, pero había algo sobrecogedor en el rostro del pequeño que rastrillaba su arma de plástico y lo encañonaba sin sonreír. Morfi Jiménez apuntó a su vez su cámara hacia ese niño de quizás 6 años y, de pronto, otros cinco se acercaron igualmente armados para salir en la foto. Disparó dos veces antes de que la pequeña pandilla armada se dispersara tan rápido como apareció. El resultado da miedo: tienen la muerte en sus ojos.
Para el fotógrafo limeño, que mañana inaugura su muestra en el Museo de Arte Contemporáneo, aquella es una de sus fotografías favoritas. Los que la han visto creen que fue una imagen preparada, pero Jiménez lo niega enfático. “Ni dirigiendo actores me hubiera salido tan real”, afirma.
Para el fotógrafo limeño, que mañana inaugura su muestra en el Museo de Arte Contemporáneo, aquella es una de sus fotografías favoritas. Los que la han visto creen que fue una imagen preparada, pero Jiménez lo niega enfático. “Ni dirigiendo actores me hubiera salido tan real”, afirma.
"Carnaval en San Juan". (Fotografía: Morfi Jiménez)
“La gran comedia de la vida” es el título de esta exposición, que forma parte de la gran vitrina de la Bienal de Fotografía de Lima. Un título que habla de la acostumbrada teatralidad de las imágenes de Jiménez, pero también de la digna manera en que los iquiteños enfrentan con alegría y una cerveza sus duras condiciones de vida.
Se trata, como señala el fotógrafo, de un trabajo que ha ido evolucionando durante los últimos cuatro años, en cuatro largos viajes a la capital de la Amazonía. Con esta serie, Jiménez se desmarca del trabajo que lo hizo conocido, sus expresionistas retratos a los pobladores andinos y profundiza en imágenes en las que la saturación del color no es solo una estética, sino un claro componente de la narrativa visual.
“Este es mi último proyecto pintando fotos. Tuve una muy temprana inquietud de pintor, siempre veía las fotografías en blanco y negro como lienzos a la mitad. En el caso de esta serie sobre Iquitos, el color es un elemento más para contar una historia”, cuenta el artista.
"La gran comedia de la vida". (Fotografía: Morfi Jiménez)
“Caí en Iquitos para trabajar fotografía comercial contratado por una petrolera. Estuve unos días allá y, definitivamente, el compartir con la gente hizo darme cuenta de que había muchas historias que contar. Yo me considero un técnico que le gusta contar historias, tomando elementos de la realidad y reinterpretándolos a través del color y la luz”, explica.
Curiosamente, era la primera vez que este fotógrafo visitaba la selva. “Por mi abuela, crecí muy vinculado a los Andes. Pero mi imaginario no llegaba más allá. Al llegar a Iquitos, me sentí atraído por las historias cotidianas y los personajes. Es el eje que mueve mi trabajo”, afirma.
Al inicio, su proceso partió de su zona de comodidad: los retratos fijos, con el personaje mirando a la cámara, siempre con una luz dramática. “Es algo que no puedo evitar. Me gusta el volumen, el claroscuro, recrear la sensación que experimenté con esa persona”, dice.
EL DESCUBRIMIENTO DE IQUITOS
Sin embargo, conforme pasaban los días de aquel primer viaje, intentó ser más selectivo con sus personajes. Más allá del aspecto físico, intentó profundizar en las historias. Y fue entonces que conoció a Sonia, una ex prostituta convertida en ‘madame’, con la que trabó relación por varios días. Entró a su casa, conoció a su familia y, finalmente, los familiarizó con su cámara y su equipo de iluminación. “Lo primero que hago es adaptarme, luego entro al espacio y rompo el hielo para dejar que ellos me lleven”, cuenta.
Ese primer viaje concluyó con un retrato de Sonia en un momento de intimidad con su asistente. “Mucha gente observa la fotografía y piensa que es el retrato de una madre con su hijo. Sin embargo, es la imagen de una prostituta con su chulo. Fue una situación tan espontánea, tan cómplice, que en verdad sentí que me había vuelto invisible. Esa foto fue para mí un punto de partida. Entendí entonces que la selva era mucho más que retratos mirando a la cámara”, afirma Jiménez.
OTROS DESCUBRIMIENTOS
"El cultivo de los muertos". (Fotografía: Morfi Jiménez)
En sus siguientes viajes, el fotógrafo salió en busca de nuevas historias: las de los niños jugando a ser asesinos; la del cantante de nueva ola y sus dos hijos travestis; la de la bailarina y su madre que administra el dinero; la camaradería de las prostitutas mayores; la de los niños que trabajan en el cementerio sembrando de flores las tumbas y el desmadre del carnaval. En todas estas situaciones, Jiménez coloca sus luces, se enfrasca en largas conversaciones con sus personajes y logra que se acostumbren a él y a su equipo.
“Después de estos productivos viajes, ¿qué imagen de Iquitos se revela en su trabajo?”, preguntamos. Para Jiménez, la fotografía colocada al ingreso de la muestra resulta un buen símbolo: es la imagen de la entrada del burdel, en cuyo cartel puede leerse: “Bienvenidos al Imancito, ¡buen provecho con el polvaso [sic]!”. “Para mí, eso es Iquitos: esa forma de decirte las cosas a la cara, con humor y sin tapujos. Eso es lo que más me gusta de la ciudad: Su naturalidad para decir las cosas”, añade.
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